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Caracol Ñuñoa Centro. Aún quedan vestigios de aquella época. |
Había algo en esa moda de Metalero
(o Thrasher). Algún código ancestral oculto en llevar el pelo largo, las zapatillas
Converse, la camisa escocesa, la chaqueta de mezclilla con parches y puntas. Un cierto estatus social que no se entendía,
pero que te hacía ser popular. Algo existía en ese hijo rebelde del Heavy metal, que hacía que sus grupos mas insignes, lanzaran anzuelos como la canción “Enter
Sandman” de Metallica. Un aire de maldad y de rudeza al alcance de la mano, en la radio Carolina.
Había algo en aquellos rudos acordes que permitían que las guitarras se expresaran
de manera violenta y agría, mientras el vocalista hacia uso de su voz gutural,
al punto de que casi se podían escuchar las gotas de sangre emanando de su
garganta, al son de aquellas canciones que retrataban odio, sangre, excesos,
demonios y profundidades de la psique humana, que le reventaban la cabeza a la
juventud del momento.
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Disco ARISE, de Sepultura. Arte de Michael Whelan |
Corría el año 1991, y en el edificio Caracol ubicado en la
avenida Pedro de Valdivia con Irarrázaval, se daban cita una serie de tiendas de
misteriosa factura: Entre peluquerías, tiendas de artículos electrónicos,
librerías y tiendas de ropa, se asomaban tímidas y casi invisibles, las tiendas
dedicadas exclusivamente a la venta de
música metal, y todo su mercadeo. Era mi primer acercamiento a los “Discos
compactos”, los que aparecían a precios sencillamente astronómicos para mi
realidad. Sin embargo, a pesar que los precios eran una suerte de factor
importante para salir huyendo, las vitrinas ejercían ese efecto hipnótico capaz
de retener mi atención por horas, solo para imaginarme las melodías encerradas
en aquellos cofres negros con caratulas que simplemente desataban mi curiosidad
hasta
estallar.
Destacaban las caratulas del disco Arise,
de Sepultura – a cargo del artista Michael
Whelan - o las atroces graficas que adornaban los discos de Cannibal Corpse – Imposible olvidar las enfermas caratulas
de Vince Locke- o las sublimes, simplistas
y aterradoras caratulas de Carcass (como la de su albúm Descanting the
Insalubrious), o aquellas atroces y vomitivas imágenes del albúm de Cadáver (Hallucinating
Anxiety). Había tanta maldad en aquellas vitrinas, que en verdad atreverme a
entrar a preguntar cuanto costaba el casete de Metallica, podría ser una
afrenta , por ser a esas alturas, ya una banda de carácter “comercial”,
alejada del incipiente mercado independiente de la escena, el que obviamente, estaba totalmente apoyado por la escena nacional en aquel entonces.
El público "metalero", ya comenzaba a polarizarse entre los "metaleros clásicos" y los "poseros" que se aferraban con fuerza a bandas como Metallica y Megadeth, las que tenían la particularidad de sonar con frecuencia en las radios de aquella época. Bajo esta descripción, yo me encontraba en el bando de los poseros, al no tener la oportunidad de interiorizarme en bandas debido a mi falta de contactos y de dinero, pero había que comenzar por algo.
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Repulsivo cover del CD de CADAVER |
El público "metalero", ya comenzaba a polarizarse entre los "metaleros clásicos" y los "poseros" que se aferraban con fuerza a bandas como Metallica y Megadeth, las que tenían la particularidad de sonar con frecuencia en las radios de aquella época. Bajo esta descripción, yo me encontraba en el bando de los poseros, al no tener la oportunidad de interiorizarme en bandas debido a mi falta de contactos y de dinero, pero había que comenzar por algo.

-
¿Qué
buscaí flaco?
-
Ehhh,
este, ¿Tienes el álbum negro de Metallica?
-
Si
loco, ¿Lo buscaí en Cd o Casete?
-
En
Casete.
Casi se me
sale el alma ante el precio. Serían semanas de arduo trabajo y ahorro, para
alguien que ganaba 1000 pesos diarios trabajando en el local comercial de su tío,
haciendo aseo y siendo telefonista. Creo que mi rostro pálido, fue la señal
para que el vendedor tratara de ofrecerme algo a un precio más accesible:
-
Pero
si querí algo más barato, te lo puedo grabar en cinta de cromo, y te sale
$5000.
-
Eh, voy a dar una vuelta. Vale, gracias.
Me retire de
la tienda caminando, cuando de pronto escuché un claro signo de molestia del
vendedor:
-
Andai
puro weando…
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El inalcanzable álbum negro de Metallica |
Debo
reconocer que la respuesta del vendedor no fue la más cortés ni la más cercana
al ideal de "servicio al cliente". Pero el valor – incluso de la copia de alta calidad ofrecida- superaba con creces
mi realidad económica. Este episodio, fue una de las razones por las que no me
acerqué hasta muchos años más a una tienda de metal, a pesar de haber tenido el
dinero suficiente para haberme comprado varios discos con el pasar del tiempo.
Sin caer en la generalización, habían algunas que estaban atendidas por tipos
de carácter muy cercano al perfil de paciente de hospital psiquiátrico, pero
creo que eso será tema de otra historia.
Mi segundo
intento de unirme al "credo" metalero, fue intentar comprar una polera de alguna banda, pero el resultado fue el mismo que con el
casete. La polera más barata de aquel entonces (Una copia en blanco y negro de
la polera oficial de Sepultura, Arise), bordeaba los $8900 pesos de aquella época.
Una original, cerca de los $20.000. Definitivamente, no era para mí bolsillo aquella moda. El tiempo me llevo a
gastar el dinero que había ahorrado con mucho esfuerzo, en fichas de video en los
Diana del paseo ahumada, sumido en la más grande frustración de no poder
comprar nada relacionado al movimiento del que quería pertenecer.
Sin duda
fueron tiempos confusos para mi juventud, pero que me llevan sin duda a
recordar que estaba en el comienzo del apogeo del movimiento Thrash-metal en
Chile. Un movimiento que finalmente terminaría de agonizar durante los últimos años de la década de los 90, consumido
por todas las corrientes populares que invadieron el país a causa de la
tecnología y la globalización, tales como el rap, hip-hop, y el pop, más
marginales, más baratos, y más inclusivos. Poco o nada tenía que hacer la escena del metal en un nuevo escenario en donde los espacios de difusión se hacían cada vez más escasos para una música plagada de "malas palabras y odio al mundo".
Recuerdo que hacia 1995, algunas radios repararon tarde en la perdida de espacios para este estilo de música (Inolvidables esfuerzos en radio Rock & Pop y radio Concierto), y trataron por todos los medios de resucitar la escena, pero al parecer, el escenario era totalmente claro.
Felizmente, y con el paso del tiempo, a mediados de los 90, conocí a mi vecino Juan Segura – gran coleccionista de metal - que fue el gurú indicado para poder librarme del apocalipsis que se vendría con el devenir de los años siguientes, y que consumiría a todas las patotas de metaleros que pululaban por doquier (¿Cómo olvidar esos fines de semana en Portal Lyon o los Leones, evitando a las turbas furiosas de metaleros que se asentaban en aquellos lugares?) Fueron los tiempos en donde el metal evoluciono hacia fronteras que no todos podrían seguir. En ese camino, incluso terminé tocando en una banda (llamada Black Sea). Nada de excesos ni nada por el estilo, pero fue una experiencia enriquecedora. Llegaron a mis manos increíbles creaciones que hasta hoy escucho con total aprecio y devoción. Eran los tiempos de Therion, Mayhem, Paradise Lost, My Dying Bride, Lacrimosa, Nocturnus, Theathre of Tragedy, y un larguísimo etcétera. Fueron tiempos de revelaciones musicales, y valiosos álbumes que hasta hoy atesoro en la memoria, como si fueran parte de una leyenda que se hubiera hecho realidad.
Sigo pensando cual fue el motivo que me acercó a este estilo musical, y que me hace guardarle de alguna manera un gran respeto y aprecio hasta el día de hoy, y que habrá sido del gentil vendedor de la tienda. ¿Seguirá escuchando metal?
Hasta un próximo reporte.
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