¡Hola queridos seguidores de este blog!
Espero que tengan un muy buen año 2017. Y bueno, despues de un largo receso, vuelvo a tomar las riendas de este extraño grimorio en constante actualizacion. Sin más, dejo con ustedes la primera entrada del año.
Para mi, siempre existió un lado siniestro en el programa televisivo “El Chavo del Ocho”. Y aunque no he vuelto a verlo en los últimos meses, -salvo alguna alucinógena parodia en YouTube o quizas alguna parodia grafica en redes sociales- sigo experimentando un incomodo sentimiento, difícil de explicar cuando recuerdo la serie. Los distorsionados acordes de La Marcha Turca de Bethoveen (interpretado por el artista Jean-Jacques Perrey bajo el nombre The Elephant Never Forgets), eran la enfermiza introducción a la historia de un niño que sobrevivia al interior de un barril de cerveza, que visto poéticamente, era el contenedor de su tristeza.A decir verdad, cada uno de los episodios era un extenso catalogo de situaciones domesticas, graciosas y absurdas, pero que ocultaban un mensaje inquietante. Pero el más inquietante de todos era sin duda el que trasmitia el Chavo, ese niño sin futuro, hambriento, carente de afecto, curioso e inocente, un modelo que sin quererlo, se fue incrustando en el inconsciente colectivo de nuestra America. Todos los personajes de la vecindad, sin quererlo, habían ido a parar a una especie de purgatorio, en donde todos trataban de huir del dolor.Pero siempre se quedaron en atrapados en ella, hasta que un día desaparecieron, como una macabra imagen que se repite sin cesar en algún canal de televisión.
Espero que tengan un muy buen año 2017. Y bueno, despues de un largo receso, vuelvo a tomar las riendas de este extraño grimorio en constante actualizacion. Sin más, dejo con ustedes la primera entrada del año.

Durante la primera mitad del siglo XX, la prospera industria cinematográfica mexicana, daba sus primeros pasos en el creciente fenomeno de la televisión domestica. Un mercado totalmente diferente, con alcances casi ilimitados. La televisión, -que sería considerada durante los próximos años, casi como un miembro más de la familia- permitía la creación de contenido mucho de mayor duración y permitia al espectador seguir e identificarse con mayor facilidad con las tematicas. Fue durante ese tiempo, que pudimos ver el nacimiento de las primeras telenovelas y películas diseñadas exclusivamente para televisión.
El Chavo del Ocho, programa producido por
Enrique Segoviano y el comediante Roberto Gómez Bolaños, visto con los ojos del politicamente correcto ciudadano digital del siglo XXI, facilmente podría ser visto como una opera a la intolerancia, el abuso infantil, el fanatismo religioso, la ignorancia y la discriminación violenta, más allá del tenor humoristico que pretendia entregar en cada episodio.
Como náufragos en una isla desierta, - Cualquier similitud con La serie americana LOST, supongo es una coincidencia - los habitantes de “La vecindad”,
permanecían atrapados en un limbo digno de los infiernos relatados por Dante en la Divina Comedia; Adultos y niños extrañamente envejecidos, repetian sus rutinas de juego e infelicidad para el deleite de los televidentes. Situaciones en donde el absurdo, la envidia, el engaño, y la tragedia disfrazada de broma, alimentaban el morbo de niños y adultos, sin percatarse del pernicioso y drámatico trasfondo oculto en aquellos "inofensivos" sketchs.

También tiene usted, el truculento caso del obeso dueño de la vecindad, víctima de burlas y golpes por parte del protagonista de la serie, timado constantemente por uno de los arrendatarios, llamado Don Ramón, un viudo que vive el día a día junto a su hija, mentirosa y manipuladora, que no tiene problemas en crear elaboradas conspiraciones para burlarse de los demás niños en la vecindad.